El debate de investidura ayer en el Parlamento Vasco nos dejó un cruce de declaraciones cuanto menos interesantes. El líder del PP vasco, Alfonso Alonso, alertó de la intención de PNV y PSE de pactar con la banda terrorista la entrega de armas: «ETA ha sido derrotada y no se puede pretender un final ordenado y negociado», alegó. El ya oficialmente investido Lehendakari, Íñigo Urkullu, destacó que se está avanzando «de forma acelerada e irreversible» hacia la paz, aunque, por otro lado, para que esta se consolide aún es necesaria la disolución definitiva de los etarras.
No me cansaré de repetirlo: ETA no ha sido derrotada todavía, lo estará cuando se disuelvan, entreguen las armas, pidan perdón y colaboren con la Justicia (sigue habiendo más de 300 casos sin resolver). Con asesinos no hay absolutamente nada que negociar, sólo existe un camino: el que les deje como vencidos. Claro que aplaudo detenciones como la de Mikel Irastorza, pero que el éxito de nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado no desvíe la atención del hecho de que ETA sigue presente en las instituciones. No hay más que ver a Otegi reunido en la sede del PSE. Sí, ese PSOE de Fernando Buesa, Ernest Lluch, Juan María Jauregi o Isaías Carrasco.
Aprovecho la ocasión para recordar a PNV y PSE, que la política penitenciaria es competencia del Estado. Ni del Gobierno Vasco ni de nadie más. Como afirmó El juez Central de Vigilancia Penitenciaria de la Audiencia Nacional, José Luis Castro, en las Jornadas que la AVT llevó a cabo en la UPV, la política de dispersión provoca que los terroristas “rompan lazos” y además puede favorecer que “dejen las armas y se reinserten en la sociedad”. Pero no pienso dedicar más tiempo a esta cuestión, pues el acercamiento de presos de ETA a la Comunidad Autónoma Vasca no es un beneficio penitenciario.
Tengamos muy claro que sí, que cada vez la derrota policial de ETA se hace más patente, pero recordemos que todavía no sabemos dónde esconden las armas que almacenan, no se han disuelto y no han pedido perdón a las miles de familias rotas que han dejado.